LA CATEGORÍA CULOINTACTO

Todo partió de una vecina, la vecina de mi tía, una señora extraña, inquietante. Cuando bajaba en el ascensor quedaba en el aire un-no-sé-qué de canela con un punto de varilla de incienso. Da igual. Eran las tardes en las que encendía las velas de su casa, una especie de dúplex con aire de pagoda kitsch; era la música de tetería (cuánto mal ha hecho la música de tetería al mundo celta), eran los chacras encajados, torcidos, obstruidos, eran las flores de Bach (al principio pensé que hablaba de macetas), era la homeopatía. Pero sobre todo era la falta de sentido del humor. Lo primero que pierde un converso es el sentido del humor. Le escribí un poema un tanto demoledor:

ODA A UNA GENERACIÓN DE SOLTERAS

de tus fatuas liturgias de oenegé
qué solitario discurso te queda/
hermosos tus taichís y qué enérgicos
tus pensamientos de último derecho
genuinamente humanos/
y al fin tu última cena pandesoja
y mentapoleo que es tu sangra derramada
feliz tu evangélica despensa
y tu aséptica cocina
como un polvo democrático/
arriba pues la última demagogia
el rojo profiláctico de tus besos
arriba la aromaterapia y el quiromasaje
la diosa homeopatía/
orgulloso el que al aroma de tus velas
y al sonido de tus mantras
no presienta la estudiada disidencia
de tu culo intacto


De ahí partió el concepto culointacto. Si alguien gustaba del té, se hacía de una ong, iba a hacer taichí o incluso adoraba a Lorena Mckennitt, merecía ser llamado culointacto muy a su pesar. Luego, todo se fue de las manos, yo empezaba a ver que aquello no era un concepto, era una categoría. Se hacía enorme, se expandía: comida 100% natural, isoflabonas de soja, tiendas de jabón que huele a yogur que dicen que huele al de toda la vida, kefir, acupuntura… Estaba a punto de descubrir el gran centro comercial CCICJ (Comercio Culointacto-Comercio Justo): tiendas de ropa (fabricadas con tejidos naturales), tiendas de música (new age, chill out), librerías (Conócete a ti mismo en tres días, Cómo aprender a decir que no, Técnicas de relajación por el maestro zen Cheng Zwea, Cocina Tailandesa), alimentación (pollo campestre y huevos capesinos, tofú, soja, aceite de pepitas de cebada, sin conservantes ni colorantes ni aditivo alguno), también tendríamos regalos (masajeador para la cabeza, péndulo que sabe detectar los días tristes, anillo con reliquia de crisantemo de Japón para la cefalea).
Soy consciente de que cada día somos más culointactos, hasta en la política somos sostenibles o no somos, somos solidarios o no somos, somos ecologistas o no somos. Pero nada de todo esto tiene sentido. No lo vemos, no lo vemos. El consumo se nos adecua, se nos adhiere a la espalda y se vuelve de nuestro color y mientras nos culointactizamos y perdemos el sentido del humor, otros hacen un negocio, nos volvemos carroña fácil para su voracidad.
Seguimos sin pensar, consumimos lo que nos dicen, esta vez toca oriente, toca importar sin gracia, sin decisión propia, toca viajar a India (ya nunca volverá a ser La India) y pasear con los chacras libres y el ánimo cargado de krishna como los imperialistas que fuimos siempre. En un tiempo en el que es injusto robar (no lo haría jamás un culointacto de ong) ni asesinar por la tierra, vayamos y admiremos su filosofía y apliquémosla a nuestro estrés, porque sólo se trata de eso. Se trata de hacerlo todo de una forma superficial, por eso es carne de gran superficie.
Hemos cambiado las formas de la violencia, pero no el interés. Con una población muy seria tomando bífidus activo (todo debe ser activo) y haciendo yoga para tirar sus cinco minutos fuera del trabajo y sus problemas gigantes de no saber hacer nada, hemos perdido la guerra.