19.11.10

DISCURSO NATURAL-ARTIFICIAL (Medios de masas)

Si seguimos analizando lo artificial, también las películas son significativas, cualquier película de ciencia ficción nos advierte de la deshumanización futura que conllevan las nuevas tecnologías como fondo principal. El futuro aparece como un mundo inhóspito recién salido de una catástrofe provocada por nosotros y que se resiste a seguir avanzando puesto que está ya escarmentada de su ansia de progreso. Es frecuente en esas películas la aparición fundamental en la trama de un grupo de humanos que representa la Resistencia (nombre adecuadísimo), que defiende los valores “de toda la vida” y por tanto lo que en la añorada Tierra era lo natural. Si uno lo analiza un poco desde el prisma de lo político, nos hemos puesto siempre en todas esas películas de parte del humano arrepentido por su implicación en el cataclismo que añora los paisajes estereotipados de la tierra. Esto quiere decir que ante un holocausto a un ser humano se le viene a la memoria la postal de una cascada paradisíaca que nunca vio y de la que nunca participó, nos volvemos un tanto conservadores frente al miedo inesperado de lo nuevo y cómo lo nuevo repercute en el futuro; de alguna manera nos cuesta ver el proceso histórico simple de adaptar lo nuevo hasta conseguir hacerlo cotidiano.
Con el mundo de la comunicación de masas el proceso es idéntico, tenemos siempre un recelo negativo al principio. Los mensajes sms de cualquier móvil influyen de manera negativa en el uso correcto del idioma que tiene per se sus propias abreviaturas y que no acepta en modo alguno el aluvión de códigos nuevos que el propio soporte acepta. La cuestión económica es aquí fundamental, nos vemos obligados a reducir sin dejar de decir para abaratar, de una manera que me recuerda al lenguaje poético. Hay que ser metafórico, poético, puesto que hay que decirlo todo en el menor espacio posible. De repente es casi una declaración de intenciones, algo así como escriba con el menor carácter posible, economice. No vemos nunca lo que se abre porque esperamos espantados a esa puerta que se cierra.
La televisión es, sin duda, el medio más controvertido. Aceptada ya, con reservas por los intelectuales, surge de repente un nuevo malestar que ronda lo ético, lo moral ¿se utiliza bien? ¿la utilizan bien? Sin entrar a responder una pregunta para la que de verdad no me siento preparada, me inquieta la postura de algunas personas que frente al gran tótem moderno, frente al pequeño electrodoméstico con un mundo abierto de par en par, evidentemente artificial, deciden no mirar. Repentinamente me asaltan las frases sorprendentemente peyorativas de “no veo la televisión”, “yo es que duermo fatal”, nunca me aburro”; la dignidad pasa por ser un individuo que responde a las exigencias del guión: sea activo, no piense (aburrirse es tener demasiado tiempo para pensar), consuma y entienda que usted también es un creativo. Tópicos insertos en una sociedad compulsiva que reflexiona por simbiosis y no por criterios propios. La televisión es un agujero falso abierto a un mundo falso como Madame Bovary o como La Divina Comedia, simplemente hay que tomar lo que a uno le interesa, pero cerrar las puertas a un mundo es un modo de prejuicio. Creo, además, que la televisión va a ser un soporte interesante para el arte del futuro.
El arte plantea también su debate personal con lo natural y lo artificial, el formato libro o lienzo está seriamente amenazado ante la avalancha de los nuevos soportes (autoedición en internet, las imágenes digitales, las instalaciones, etc..) Impone pensar que se acaben los libros de “toda la vida”, sin embargo no impone tanto que se acabe la “literatura de toda la vida”, aquí resulta más nostálgico el continente que el contenido. El “artista de toda la vida” tiene un problema de presente con su “lienzo de toda la vida”. Mientras la raza cibernética de artistas – avalancha se autoedita, se conoce, se alimenta. Sucede que las razas fuertes aniquilan a las débiles y aunque digitales, fueron creados a imagen y semejanza de los homo sapiens.

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